Vestíbulo

Bajé las escaleras con mi guitarra eléctrica, que colgaba de mi cuello con la correa.
Suspiré, mirando al suelo, sin prestar atención en lo demás, con los oidos como sordos por estar escuchando todo el dia música a tope y ausentandome y alejandome del resto. Cuando las bajé, me metí en recepción para hacer unos papeleos con la recepcionista. Ella me abandonó unos instantes, por lo que seguí escuchando la música que reproducía mi iPod y seguí sin prestar atención a mi alrededor.

Reboté del susto y eso hizo que se me cayera una pila de hojas.
-...
Al verlo me quedé muda, con los ojos abiertos como platos, sin poder reaccionar, no por miedo, porque me sorprendía verlo ahí.

Lo empujé con suavidad por el hombro, atreviéndome por fin a hablar.
-Eres un idiota, ¿cómo me hiciste eso? -le grité mirándolo con los ojos humedecidos.

Meneé la cabeza para los lados.
-Y luego pensaba que la única negativa aquí era yo -murmuré entre dientes, con la mirada en el suelo.

Suspiré y fruncí mis labios.
-Te he hechado mucho de menos -dije con un hilo de voz- No sabes cuánto.
Me abracé a él con fuerza, cerrando los ojos y frunciendo el ceño.

Hundí mi rostro en su pecho.
-Sí, si sé de lo que hablo. Lo sé muy bien -decía con una voz temblorosa y llorona al volverlo a tener entre mis brazos.

Fruncí el ceño, mirando sus ojos con atención.
-¿Por qué idiota? Fuiste listo al venir aquí por mi -medio sonreí.

Fruncí mis labios, ante la horrorosa idea de que eso pudiera pasar.
-No pasará -dije fingiendo seguridad- No me incumbe lo que fueras. No. Ahora eres Steven, y me gustas así.

Rodeé su cuello con mis brazos y oculté mi rostro entre su melena morena.
-No regresará -suspiré, cerrando los ojos, acomodándome entre sus brazos como una niña pequeña.

Sonreí mientras acariciaba su nuca con una de mis manos.
-Ya lo verás -dije intentando ser positiva.