Enfermería

Cerré los ojos con fuerza.
-No, Angy. Se fue. Ya no importa -dije secando mis párpados con mis muñecas- no importa.

Suspiré y me quedé callada, dejando que se fuera, ignorando completamente a la enfermera. Me acomodé en la cama, quedándome sentada, con la espalda recta y abrazando mis piernas, volviendo a concentrarme en un punto fijo.

Fingí no escuchar lo que dijo. Genial, otra prisión como el colegio, pero ésta vez más pequeña.
Tragué saliva, hundiéndome en mis propios pensamientos.

Ya está, Cathaline. Ya has conseguido lo que querías. Estoy lejos de él y no le haré más daño. ¿Contenta? Tenías razón pensé a sabiendas que me escucharía.
Seguía quieta, abrazando mis piernas y mirando a la nada, la enfermera me hizo beber sangre, aunque, realmente no quería, pero finalmente la bebí.
Fue aterrador el silencio en el que estaba, sentía muchos nervios, no podía imaginarme a Steven en mi Londres, matando a... gente de mi edad, a chicas de mi edad. Tenía miedo. Tenía miedo de que esa parte de él saliera en un momento u otro, pero era imposible, ya se había ido, y una parte de mi cabeza me decía que debía buscarlo. Pero otra, me decia lo contrario. Aunque lo que mi corazón decía era muy distinto. Debía aceptarlo ahora que comenzaba a notar los sentimientos que no sentí anteriormente. Pero, ya no importaba, él no estaba. Aunque cuando lo tenia entre mis brazos sentía la libertad que sentí al huir de casa, sentí cosas que jamás pensé que sentiría.

Suspiré y miré a la enfermera para que nos dejara un rato solas.
-Un poco de compañía no me vendría mal -murmuré poniendo los ojos en blanco.

Rodé los ojos.
-Pues vete si lo deseas, no era una obligación.

Suspiré.
-¿Cuánto tiempo tengo que estar aqui? Ya sabes que no me pasa nada. Bebí la sangre y ya estoy bien, lo mio seria estres.
Me crucé de brazos inflando los carrillos.

Cogí mi ropa ya seca y me la puse enseguida, para luego asomarme por la ventana y respirar el aire frío.
-Dos horas es mucho tiempo si aún no sé hacerlas más cortas.
Y una semana, dos, tres o la misma eternidad es eterna sin ver a Steven pensé

-No puedo -dije apoyando mis codos en el marco de la ventana- No ahora sabiendo que él forma parte de mi vida, Angy. Nunca me sentí de esa manera.

-Lo sé, pero yo si puedo irme. Yo si puedo irme para buscarlo.
Fruncí el ceño, con la mirada perdida, como si planeara mi futuro en mi mente antes de actuar.

Fruncí el ceño.
-Pero yo no quiero dejarlo en paz. El no entiende que no me importa lo que me contó -suspiré- Bueno, si me importa, claro. Pero no me afecta tanto como él cree...

Apoyé mi barbilla en mis manos.
-Yo podía haberle hecho olvidar eso -seguí insistiendo.

-¿Puedes ver su mente ahora, Angy? -pregunté ceñuda- porque si es asi, te envidio.