Jardines del colegio

Una vez fuera me encontré en los jardines. Un fuerte y desagradable olor me golpeó la nariz. Fruncí el ceño reconociendo el olor del licántropo, dos para ser exactos. Arrugué la nariz y dejé de respirar mientras paseaba por el lugar. Cerca de allí divisé algo que llamó mi atención puesto que aún no lo conocía. Era un gran invernadero. Podía escuchar los pensamientos de alguien en su interior y preferí dejar para otro momento mi visita y cambié mi dirección.

Cansada del paseo por los jardines decidí moverme de allí y así aumentar mis conocimientos sobre aquel nuevo lugar para mí. Eché a correr a causa del creciente aburrimiento que me estaba invadiendo.

No me moví de sus brazos, aunque habríamos caido de un quinto piso, me sentía segura agarrada a él.
-De milagro -murmuré.

-Oh, menos mal que solo nos rompería un par de huesos -susurré con ironía en su oido- Me debes algo muy grande por haberme dejado y no haber huido -sonreí.

Sonreí.
-Lo primero, un beso -dije acercando mis labios a los suyos y besándolo con intensidad, aún rodeando su cuello.
Suspiré.
-Y lo segundo... -dije mirándolo curiosa, una vez más- dímelo, Steven -siseé desviando mi mirada.

Rodé los ojos y lo volví a abrazar.
-Ya lo sabes, Steven -murmuré apoyando mi cabeza en su pecho- lo sabes.

Lo miré con el ceño fruncido.
-¿Qué me ocultas de tu vida mortal, Steven? -le dije con un intento de voz calmada y no nerviosa.

-Vamos, Steven -murmuré- Han pasado dos semanas -dije desviando su mirada- ¿no lo recuerdas?
Sonreí.
-Vamos, dímelo.

Me crucé de brazos.
-Vamos, Steven. No te cuesta nada -bufé- Seguro que es una tontería. Dímelo -le pedi poniéndole ojitos.

Fruncí mis labios al ver que me daba la espalda, lo abracé por detrás, inspirandole confianza y tranquilidad, mientras me apoyaba en su espalda.

Cuando comenzó a contar la historia, no me esperaba algo como lo que me había contado.
Londres repetí en mi mente sonriendo cuando pronunció mi hogar. Pero a medida que iba contando más y más sobre él, abrí los ojos como platos. Era cierto, no me esperaba algo así, pero, le di mi palabra... Y yo lo quería.
Los asesinatos eran comunes en Londres, eran comunes, pero no me esperaba que fuera él quien los cometía. Mis manos comenzaron a soltarlo cada vez que escuchaba una palabra tras otra. Dejé mis manos como muertas, sobre la hierba del jardín, mirándolo con más palidez de la que tenia y mirando como sonreía.
-Jack... -repetí aterrorizada, con la mirada perdida.
¿Y si él volvería a ese mundo? Temía por ello...

Me quedé mirando a la nada, sin prestar atención a sus sonrisas o su mirada. Mi labio inferior comenzó a temblar, así como mis manos. Seguía dandole vueltas a ello, pero... simplemente... no podía creérmelo. Me sequé mis ojos humedecidos y me sentí realmente confusa. Él había cambiado... Al menos eso creía. ¿Por qué debía tenerle miedo?
Me mordí el labio inferior y le seguí el rastro.