Desván...

Fruncí el ceño.
-Te sorprendería qué fácil es leer los gestos de tu rostro. Está claro que nunca te ha gustado nadie... -comencé- salvo ahora -dije alzando una ceja.

Reí entre dientes.
-A ver si me dices lo mismo después de varias semanas. -Fruncí el ceño- O menos...

Abrí mis ojos para encontrarme con los suyos de par en par, pero a una cierta distancia.
-¿Qué apuestas, vampiresilla?

-Que escojan las mujeres, mejor dicho, las muertas primero -dije mirándola desafiante.

Me quedé pensativo.
-Hecho, vampiresilla de pacotilla -dije riendo entre dientes.

Me pareció que no había nadie así que subí y me fui a un rincon donde cogí caja de música y comencé a tararear la melodía que salía de esta.

Escuché una voz y tiré sin querer la caja, me levanté corriendo dejandola ahi y me escondí.

Sonreí y acerqué mis labios a los suyos.
-Yo ganaré.
Acuné su rostro con delicadeza y besé sus labios con más rapidez que al principio, conteniendo una risita. Entonces escuché un pequeño ruido a mis espaldas, fruncí el ceño pero no me separé de ella.

Entonces me asomé y los vi, eran dos alumnos que parecían besandose, no me moví de donde estaba por si me veian

Reí entre dientes.
-Eso no ha sido por la apuesta. Era algo que quería hacer desde el primer momento -me volví a acercar a ella, intentando olvidar aquel pequeño ruido- Es divertido verte furiosa.
Volví a separarme y me puse de pie, caminando hacia la salida.

Vi como él se alejaba, y me quedé algo tranquila pero aun asi, no salí. De repente se me escapó un estornudo

Me callé y no salí, el miedo hacia que mis piernas temblaran. Entonces salí:
-Perdon no queria molestar- le dije

Ya veremos, preciosa... Tienes todas las de perder pensé acariciando mi barbilla y viendo a esa niña salir de su escondite. Me acerqué a ella, que aunque fuera una vampiresa, parecía inocente. Me agaché a su altura, no era tan niña, pero tampoco de mi edad.
-No te tienes que esconder -dije sonriendo.

Me aparté algo de él cuando se me acerco:
-Creía que estaba sola...- dije avergonzada

Vi que ella se acercaba a la puerta cogí mi caja y sin mediar palabra con nadie, lo miré enseñandole los colmillos y salí corriendo de ahí

Reí entre dientes una vez más.
Pensar es libre y gratis, no tiene fronteras, preciosa pensé a sabiendas que me escucharía.
-No pasa nada -le dije a la chica. Entonces abandonó el desván.