Saliente del acantilado

La saliente menor del acantilado, casi rozando las frias aguas

El rastro de Steven me llevó a los acantilados. Corría con rapidez hasta que por fin llegué, jadeando y camuflando unas lágrimas entre la nieve.
-¡Steven! -exclamé escuchando mi eco- Sé que estás aquí -mi voz sonaba temblorosa y asustada.
Comencé a girarme sin moverme del sitio, intentando encontrarlo.
-Vamos, sal -gritaba desconsoladamente- ¡Demonios! Steven, no me hagas esto...

-¡Steven! -seguía gritando, intentando encontrarlo entre tanta agua. Caminé por la orilla, donde las olas golpeaban con fuerza mi cuerpo y hacian que quedara arrodillada y mojada en la orilla- ¡Sal ya!
Tragué agua salada, lo que me hizo toser, pero no por ello dejaba de buscarlo.

Intenté seguir su voz, pero el ruido de las olas era demasiado fuerte.
-¿Es que no lo entiendes? No me voy a ir.
Otra ola me golpeó, pero no me importaba en absoluto. El viento era helador y me azotaba con fuerza.
-Hice una promesa -murmuré con un hilo de voz y la voz temblorosa.

Me di por vencida, arrodillándome en la rocosa playa, mientras el mar me golpeaba sin piedad, a la espera que saliera, sin importarme que la corriente pudiera arrastrarme.
-Steven, no... -murmuré aun jadeando.
La cabeza comenzó a darme vueltas.
-¡Puedo correr el riesgo que las demás! -grité- Pero no me pidas que te deje ir. Porque para eso, me voy yo del colegio...

-¡No! -grité enfadada.
Me puse de pie con rapidez e intenté encontrarlo, y cuando lo vi a lo lejos, algo brilló en mis ojos. Me apresuré a sus brazos.
-¡No, Steven! -seguía gritando.

Fruncí el ceño y le golpeé con fuerza en la mejilla.
-¡No, Steven! El idiota aquí eres tú, y no yo por buscarte.
Me aparté un poco de él, para mirarlo decepcionada, mientras mi respiración se volvia más agitada y mi garganta se enfriaba.
-No te vayas ahora que te he encontrado -tragué saliba, mientras lo miraba derramando numerosas lágrimas, que hacían exparcer mi maquillaje negro.

Tensé mi mandíbula.
-No te escuchas, Steven. ¡No te estás escuchando! -grité cabreada- Yo no voy a seguirte todo el rato para decirte "¿Cómo pudiste hacer eso" o para encarartelo todo el rato.
Me crucé de brazos.
-Te odio -dije fríamente- Te odio -repetí- ¡Te odio! -grité finalmente- ¡Pero te odio por lo que eres ahora, y no por lo que fuiste!

Negué con la cabeza.
-No sé cómo puedes pensar eso...
Lo abracé por detrás, rodeando su cintura con mis mojados brazos.
-Cállate, Steven. ¡Cállate!

Fruncí el ceño y cerré los ojos con fuerza, sin dejarlo de abrazar.
-No, Steven. Mientes. Estás ciego ante la realidad, estás ciego ante mi mirada, no sabes nada.
Abrí los ojos, noté como todo me daba vueltas, había comenzado a marearme un poco.

Llevé mis manos a mi frente.
-No, Steven...
Yo te quiero pensé.
Apreté mi puño con fuerza. Las piernas me comenzaron a fallar, hasta que finalmente, caí al suelo, mareada aún.