Pasillos...

Caminé por el largo pasillo, notando la mirada de bastantes chicos, mirándome con incredulidad.
Como si estar en el quinto piso fuera algo impresionante pensé.
-Frikis -dije poniendo los ojos en blanco y sentándome en el borde de unas escaleras.

Me giré un poco, lo suficiente como para ver al dueño de aquella voz mientras estaba sentada en lo más bajo de las escaleras.
-¿Qué? -pregunté volviendo a mirar al suelo.

Abracé mis piernas y puse los ojos en blanco.
-Paciencia es lo único que no tengo. Ya te lo dije... -murmuré con un hilo de voz.

Suspiré y miré al techo insinuante.
-Es solo decir una o dos palabras -dije con pucheritos, aunque no me viera.

Miré a Cath llegar y escaquearse con una sonrisa satisfactoria. Gruñí por lo bajo al verla pero me callé.
-Todos decís lo mismo -siseé.

Preciosa, calladita estás más guapa.
Rodé los ojos mientras jugaba con un mechón de mi pelo.

Sonreí.
Pues busca, busca... Algún día encontrarás algo que no te agrade, tú más que graciosa te ves penosa y realmente envidiosa.
Escuché el siseo de Steven y crucé los brazos, rodando los ojos, haciendo una mueca de asco.

Felicidades, encanto. Ponte un pin.
Rodé los ojos y me adelanté a Steven.
-No, dejo solos a la familia.
Miré a Steven.
-Más bien te dejo sólo con tu nueva conciencia.